lunes, 23 de mayo de 2011

La importancia del juego en la educacón


La forma de actividad esencial de los niños consiste en el juego, este desarrolla en buena parte sus facultades. Jugando los niños toman conciencia de lo real, se implican en la acción, elaboran razonamientos y juicios.
Se ha definido el juego como un “proceso sugestivo y substitutivo de adaptación y dominio”, y de ahí su valor como instrumento de aprendizaje. 
Marginar el juego de la educación equivaldría a privarla de uno de sus instrumentos más eficaces, por ello el educador debe asegurar que la actividad del niño o la niña sea una de las fuentes principales de sus aprendizaje y desarrollo, pues a través de la acción y la experimentación, ellos expresan sus intereses y motivaciones y descubren las propiedades de los objetos, relaciones, etc. 
El papel del educador infantil, consiste en facilitar la realización de actividades y experiencias que, conectando al máximo con las necesidades, intereses y motivaciones de los niños, les ayuden a aprender y a desarrollarse. 
Veamos algunas características del juego:  
Es un recurso creador, tanto en el sentido físico (desarrollo sensorial, motor, muscular, coordinación psicomotriz), como mental, porque el niño durante su desarrollo pone todo el ingenio e inventiva que posee, la originalidad, la capacidad intelectiva e imaginación.
Tiene un claro valor social, puesto que contribuye a la formación de hábitos de cooperación y ayuda, de enfrentamiento con situaciones vitales y, por tanto, a un conocimiento más realista del mundo. 
Es un medio de expresión afectivo-evolutiva, lo que hace de él una técnica proyectiva de gran utilidad al psicólogo y educador, sobre todo a la hora de conocer los problemas que afectan al niño.
El juego tiene además un valor “substitutivo”, pues durante la primera y segunda infancia es tránsito de situaciones adultas: por ejemplo, al jugar a las muñecas, a las tiendas, etc.
El juego proporciona el contexto apropiado en el que se puede satisfacer las necesidades educativas básicas del aprendizaje infantil. Puede y debe considerarse como instrumento mediador dada una serie de condiciones que facilitan el aprendizaje.
Su carácter motivador estimula al niño o niña y facilita su participación en las actividades que pueden resultarle poco atractivas, convirtiéndose en la alternativa para aquellas actividades poco estimulantes o rutinarias.
A través del juego el niño descubre el valor del "otro" por oposición a sí mismo, e interioriza actitudes, valores y normas que contribuyen a su desarrollo afectivo-social y a la consecución del proceso socializador que inicia.

EL JUEGO, INSTRUMENTO EDUCATIVO
María José Daniel Huerta 
Maestra especialista de Educación Física y Educación Espacial 3.º de Pedagogía 
Universidad Pontificia de Salamanca No hace falta retrotraerse excesivamente en la historia para comprobar como el juego fue denostado o cuando menos banalizado  por quienes entendían que como mínimo era una pérdida de tiempo y que estaba en contraposición con todo lo que fuera estudio, trabajo o preparación.  Históricamente el juego ha ocupado uno de los últimos puestos en el ranking de las prioridades de los grupos sociales. El fenómeno lúdico era lo contrario al rendimiento, a la producción y al enriquecimiento.  
 La etimología de la palabra jugar nos retrotrae al concepto latino de “iocari”, que está 
en íntima conexión con el concepto que encontramos en el diccionario de la Real Academia de la Lengua de “hacer algo con alegría y con el solo fin de entretenerse”. 
Espaldarazo de la educación física  A la educación física le cabe el honor de haber sido la pionera en reconocer el valor educativo y beneficioso del juego.  El juego es ante todo actividad. Se trata de un fenómeno social, a pesar de que existe la posibilidad de jugar en solitario o con un rival o compañero virtual. El juego es, sobre todo 
y ante todo, comunicación entre las partes. 
 A través del juego nos ponemos en el mejor de los caminos para intercambiar  conocimientos, cultura, experiencias y vivencias. Se trata de un espacio y un tiempo adecuados para propiciar la relación entre los participantes. Una playa, un jardín, una piscina, un parque, se convierten en un escenario de encuentro en el que los niños/niñas son capaces  de entregarse al juego, sin mirar sus antecedentes familiares o el estatus social o profesional de sus familias o de sus padres. 
 Hay que dejar constancia de que existen diferencias entre el juego que se realiza en el parque, en la playa o en el patio del colegio y el juego que puede llevarse a cabo en la clase tradicional de un centro de enseñanza.  Lógicamente el juego del patio del colegio es mucho más espontáneo y autónomo que el juego del aula, que tiene un carácter más pedagógico, al estar programado y dirigido por un profesor que previamente se ha planteado unos objetivos docentes. Foto de los niños jugando Niños jugando en el parque “La Aldehuela” de Salamanca El juego tradicional  Existe en la actualidad una corriente favorable a la recuperación o mantenimiento de una serie de juegos que con cierta ligereza se denominan autóctonos, populares, rurales, vernáculos o tradicionales. 
 A nosotros personalmente, y sin detenernos a profundizar más en las diferencias de estos conceptos, nos gusta la acepción de tradicionales, por entender que las demás no recogen con exactitud la correcta interpretación del concepto. 
 Si entendemos los juegos tradicionales como aquellos que se han trasmitido de generación en generación, y la mayor parte de las veces de forma oral, nos encontramos ante una actividad lúdica y un fenómeno cultural lleno de  frescura y de vida. Serían en realidad ejemplos de espontaneidad y creatividad, por su capacidad de adaptación a las circunstancias de cada pueblo, de cada cultura, de cada ambiente. De ahí su espléndido valor como modelo de estudio antropológico y cultural.  No podemos olvidar tampoco la trascendencia de los juegos tradicionales como vehículo de comunicación intergeneracional (abuelos-padres-hijos). 
 Los abuelos y los padres, casi siempre, se encuentran ávidos de contar sus vivencias y recuerdos a sus hijos y a sus nietos. Éstos como mínimo sienten curiosidad por conocer la forma de divertirse de sus progenitores. Todo ello provoca una comunicación de experiencias y recuerdos de gran valor cultural. 
 La modernidad, el urbanismo, la falta de  espacios libres en las ciudades ha ido en contra del mantenimiento y continuidad de  los juegos tradicionales. La carencia de profesionales, de profesores, de monitores de estas modalidades es también un inconveniente para la vida y desarrollo de los juegos tradicionales. Sería necesario un esfuerzo para mantenerlos como parte de la historia, de la cultura y del patrimonio de una sociedad que no puede renunciar a su pasado.  Pero no sólo es posible desarrollar la educación física a través del juego y a través del juego tradicional. La actividad lúdica tiene cabida en los procesos formativos de todas las disciplinas.  El juego tiene a su favor como vehículo  formativo la especial  predisposición con la que los alumnos aceptan su funcionamiento.  El desenfado, espontaneidad y alegría, que conlleva la actividad lúdica, propician que los jóvenes escolares acepten con especial predisposición cualquier propuesta formativa que utilice como medio material el juego. 
 Es cierto que en muchos casos obligaría a un replanteamiento del formato de las actividades educacionales, pero no es menos cierto que el esfuerzo puede merecer la pena, y las experiencias que hemos conocido, de quienes  han tratado de utilizar el juego como un medio más para el desarrollo de las matemáticas, el lenguaje, la historia, la geografía, etc., han sido realmente positivos, tanto por sus resultados materiales como por el ambiente que se ha generado en el grupo de trabajo.

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